El ajedrez es un juego de niños

El ajedrez es un juego de niños no es un titular para atrapar clicks, sino una forma condensada de resumir la situación actual del ajedrez. En el último apartado de este artículo, Daños colaterales de la precocidad infantil, se evidencia claramente con una argumentación estadística contundente: la que dio lugar a la reforma del sistema rating de la FIDE habida en marzo de 2024.

Pero antes de llegar ahí hay que ver el fenómeno en toda su amplitud. Vamos.

El ajedrez es un juego milenario con muchísimas menciones culturales que nos describen las condiciones sociales en las que se ha practicado el juego en cada época. Sabemos, por ejemplo, que en la Edad Media era frecuente su práctica entre mujeres, algo que decayó un tanto en los siglos posteriores. Pero nunca antes del siglo XIX se ha mencionado la existencia de niños y adolescentes jugadores precoces. Es más, ni siquiera se les menciona como jugadores de ajedrez.

Quizás la primera referencia conocida de jugador precoz infantil sea la de Paul Morphy (1837-1884) Le sigue un leve goteo, a la cabeza del cual está Capablanca (1888-1942) o el en su tiempo conocido niño prodigio Samuel Resehevski (1911-1992), que en su etapa adulta nunca llegó a destacar lo que se esperaba de él. Nada comparable al momento actual: de los 8 aspirantes que compitieron en el pasado Torneo de Candidatos, tres de ellos tenían menos de 20 años, ¡resultando ganador el más joven!, Gukesh, con 17 años.

Es cierto que nuestro conocimiento del pasado y del presente está sesgado porque hoy en día disponemos de muchísimas más información biográfica. Y por añadidura los logros de estos pequeños prodigios de nuestro tiempo (Faustino Oro, Leon Luke Mendonça, Bodhana Sivanandan, Abhimanyu Mishra, las hermanas Polgar ya son pasado) se publicitan y aclaman.

Ahí está la diferencia, en el contexto social del juego, que ha cambiado desde el pasado milenario hasta nuestros días. Sabemos, por ejemplo, que Alekhine, como tantos otros, aprendió a jugar de niño en su entorno familiar, su abuela les enseñó a él y a sus dos hermanos. Y sabemos también que sus padres no le permitían acudir a a los clubs de ajedrez ni a él ni a sus hermanos, y que Alekhine lo hacía a escondidas. Esta anécdota nos dice que el ajedrez era un juego «serio», socialmente encorsetado a varones adultos. Difícilmente niños y mujeres pueden destacar si se les niega lo principal: la experiencia del juego con y contra los mejores.

Torneo de Hastings, 1895: Tarrasch, Lasker, Chigorin, Steinitz, Pillsbury, Blackburne…

En ese contexto es fácil entender que en los últimos doscientos años, desde Staunton y Steinitz hasta el actual Ding Liren, la edad promedio de inicio y final de reinado de los campeones del mundo se haya rejuvenecido desde los 30-50 años hasta los 20-30.

El gran cambio se produjo en el ajedrez soviético de postguerra. Lastrado por dos guerras mundiales, una guerra civil y años de hambruna, el ajedrez soviético despega en 1948 con un maduro Botvinnik, al que siguen un también maduro Smyslov, un joven y breve Tal, y los treintañeros Petrosian y Spasski… Sin embargo, el cénit del ajedrez soviético se alcanza con los primeros campeones mundiales cuya fecha de nacimiento les libró de lo peor de la terrible II Guerra Mundial: Karpov, nacido en 1951 y campeón a los 24 años, y Kasparov, nacido en 1963 y campeón a los 22 años.

Hoy la geografía del ajedrez es multipolar, pero en cambio, su edad se ha rejuvenecido como nunca. De los ocho primeros jugadores por rating de la FIDE, cuatro son nacidos en el siglo XXI y tienen 21, 20, 19 y 18 años. Por supuesto, ha influido la experiencia soviética, que dejó claro que una iniciación temprana al ajedrez rinde resultados deportivos para el país o la federación que la promueve, caso en estos momentos de la India.

Fernand Gobet ha estimado en 10.000 horas o diez años de práctica, el tiempo necesario para alcanzar la maestría en ajedrez, el dominio de los 50.000 patrones que se supone constituyen el acervo del ajedrecista muy experto. Por supuesto, tienen que ser horas de aprendizaje eficiente. A igualdad de contenidos y didáctica, es obvio que la disposición y motivación del sujeto es óptima entre los 7 y los 17 años, en tanto que quien aprenda el juego en la edad adulta nunca alcanzará las mismas metas deportivas que un adolescente ni con 10.000 ni con 20.000 horas.

Las gráficas de evolución del rating de los prodigios ajedrecistas confirman esta evolución. Carlsen alcanzó un rating de 2786 a los 18 años, y su pico de forma, 2882, a los 24. Actualmente tiene un rating de 2832. La diferencia entre el pico alcanzado al final de la pubertad y su mejor logro en los tempranos años de su vida adulta puede, incluso, atribuirse no tanto a una mejora cognitiva en la pura pericia del juego, como en mayor medida a una mejora del carácter y la actitud competitiva, tan exigente en el ajedrez.

Por supuesto, hay variaciones individuales. Pero apenas hay casos de ajedrecistas profesionales que mejoren su rating en 100 o 200 puntos después de los veinte años. Alguno que asombró al mundo en su momento progresando desde los 2500 a los 2700 de rating, se descubrió después que era un tramposo.

La única excepción que conozco es el GM Jacob Aagard, que entre los 30 y los 34 años progresó desde los 2340 hasta los 2535. Pero él mismo, que es un reputado entrenador y autor, lo explica por un cambio radical en sus métodos de aprendizaje a partir de su propia introspección sobre sus propios fracasos. Aagard es un autodidacta y ha superado en parte su déficit de pericia adquirida en la adolescencia recurriendo a la inteligencia pura piagetiana, la que te dice lo que has de hacer cuando no sabes lo que tienes que hacer. No es extraño por ello que Jacob Aagard haya tenido tanto éxito como entrenador y autor. Realmente su logro a los treinta años es más que notable y probablemente nunca lo hubiera alcanzado si se hubiera limitado a dejarse guiar.

Lo normal, sin embargo, es que los adolescentes sean guiados en su camino a la precocidad por entrenadores expertos, que sí saben lo que tienen que transmitir a sus pupilos esponjas. No estamos en el siglo XIX, cuando el ajedrez era un arte y el jugador un caballero polifacético y multiversado, como el campeón mundial Emanuel Lasker, al que también se le puede recordar por su contribución a la matemática o a la filosofía, o como el propio Philidor, también un músico reputado. La especialización precoz produce, sin duda, mejores ajedrecistas, pero quizás hombres más limitados.

El ajedrez digital.

En mi opinión, hay otro factor que combinado con el anterior multiplica sus efectos: el cambio del ajedrez analógico al digital. La experiencia, pericia o expertise del ajedrez se adquiere con dos actividades: leer ajedrez y jugar ajedrez. Nada de eso es igual en el mundo analógico y en el digital.

Imaginemos el mundo del ayer, el ajedrez que conocieron en su infancia Karpov y Kasparov (y ya de paso, recomiendo la poética y nostálgica obra de Gennadi Sosonko, Siluetas del ajedrez ruso, publicada en castellano por la editorial apadrinada tiempo ha por Daniel Cámpora). En aquel tiempo en blanco y negro, los libros de ajedrez, no demasiado abundantes, se leían con un tablero al lado, salvo aquellos que habían alcanzado esa capacidad monstruosa de leerlos directamente en su mente. Nada que ver con la forma cómo leemos ajedrez en la actualidad.

La práctica del juego, enormemente facilitada por el sistema soviético, sería siempre delante de un tablero, en un espacio ad hoc institucional y con su tiempo de desplazamiento desde la escuela o el hogar. El acceso a rivales de su mismo nivel estaría ciertamente facilitado por la selección que realizaba el propio sistema promoviendo a los que destacaban. Pero todo ello, tanto la práctica del juego como el aprendizaje, era analógico, lo que nos introduce una pregunta clave: ¿cuántas partidas de ajedrez a la semana jugaban Karpov o Kasparov durante su infancia?

El paradigma del ajedrez digital sería Faustino Oro, el niño argentino que aprendió a jugar a los siete años para escapar del confinamiento de la pandemia Covid. Básicamente, la proporción de su experiencia de juego digital/analógica será de 100 o de 1000 a 1, quién lo sabe. La proporción entre su experiencia de juego y la de un Karpov o Kasparov de la misma edad puede haber sido fácilmente de 20 a 1, por decir algo.

Faustino Oro tiene 11 años y 2400 de rating. El mayor salto de rating está por darlo y ocurrirá antes de los 18 años.

En cuanto a la eclosión de jugadores indios en los últimos tiempos, realmente un fenómeno inesperado por su concentración geográfica, puedo sugerir que algo tiene que ver con que Chessbase, la principal creadora de software de aprendizaje de ajedrez, abriera en 2016 una filial en India, que además de unas tarifas mucho más asequibles para el nivel adquisitivo indio, ha sido sumamente proactiva en sus actividades de promoción y divulgación de ajedrez, mimando a los talentos que destacaban como en el sistema soviético. En estos ocho años India ha pasado de la excepción de tener un campeón mundial, Visi Anand, a tener los mejores ajedrecistas del mundo, ¡todos jovencísimos!

Daños colaterales de la precocidad infantil

Un efecto curioso de la precocidad infantil alentada y cultivada masivamente, es la deformación inducida en el sistema de calificación o rating, vulgarmente llamado “elo”. Explicarlo requiere una pequeña digresión histórica sobre el sistema de rating de la FIDE.

El sistema de rating Elo se implantó en la FIDE en los años 70 del siglo pasado y solo valoraba a los jugadores que alcanzaban, en sus enfrentamientos con jugadores ya calificados, un rating de 2200. Inicialmente, solo fueron 600 jugadores. Pero al cabo de 20 años, en 1990, el número de jugadores calificados, con rating por encima de 2200 por tanto, ya era de 12.000.

La evolución subsiguiente hasta enero de 2013 ha sido la de ir bajando el mínimo de rating para entrar en el sistema. En 1993 se rebajó el mínimo de rating a 2000, luego a 1800, 1600, 1400, 1200, hasta que finalmente en enero de 2013 quedó establecido en 1000.

El resultado fue que el número de jugadores calificados aumentó desde los 600 iniciales de 1970, 12.000 posteriores de 1990, hasta los 153.393 de enero de 2013 y, tras diez años de vigencia de la última rebaja a 1000, hoy el número de jugadores calificados es de más de 400.000.

Eso, en sí mismo, no es malo. Lo que ha resultado inesperado es la distribución de los jugadores: el 85% de ellos se sitúan en el rango inferior a 2000 puntos de rating. Es decir, una distribución en absoluto parecida a la campana de Gauss que se esperaría en una distribución normal. Por ello se dice que el rating FIDE está devaluado para el 85%, por lo menos, de la población representada: todos los jugadores con rating menor de 2000.

La FIDE ha percibido este efecto desde hace años, causado por la incorporación masiva de nuevos jugadores infantiles subcalificados, cuyo desempeño mejora rapidísimamente y que “roban rating” a los jugadores con un rating consolidado más o menos estable. Jugadores subcalificados que mejoran rápidamente… y que en gran medida abandonan la práctica del ajedrez al cabo de sus años escolares, por lo que que no devuelven en la misma proporción el rating que ganaron en sus años de crecimiento.

Cualquier jugador adulto puede comprobar en sus propias carnes este efecto de la subcalificación infantil, simplemente sumando sus ganancias y pérdidas de rating contra mayores de 18 años y contra menores de 18 años a lo largo de un periodo de dos o tres años. Pero si alguien quiere un estudio más riguroso, nada mejor que la propuesta presentada por el matemático Jeff Sonas en diciembre de 2023 para la corrección del sistema de rating de la FIDE Sonas Proposal – Repairing the FIDE Standard Elo Rating System (versión traducida más adelante)

La FIDE ha tanteado diversas medidas para corregir este efecto, como el famoso coeficiente K, el que convierte la probabilidad del resultado obtenido en un determinado número de puntos de ratings ganados o perdidos. Los menores de 18 años tienen por ello un valor muy alto, 40, en contraste con el K=20 de los adultos. No ha resultado suficiente. Una selección de párrafos del Informe-Propuesta de Jeff Sonas resulta demoledora:

Sin embargo, las reducciones de la calificación mínima tuvieron un efecto secundario muy problemático. Muchos jugadores más jóvenes/débiles reciben calificaciones iniciales FIDE muy bajas a una edad muy temprana, durante la etapa de su carrera en la que sus habilidades ajedrecísticas mejoran más rápidamente, y esta combinación de calificaciones iniciales bajas y jugadores que mejoran rápidamente ha producido en última instancia una fuerte presión deflacionaria sobre el sistema general de calificación durante la última década.

El grupo de rating activo duplicó su tamaño durante los siete años comprendidos entre 2013 y 2020, gracias principalmente a una gran afluencia de jugadores juveniles más débiles, muchos de los cuales fueron inmediata y significativamente subestimados desde su primera calificación. A medida que estos jugadores comenzaron a jugar con mayor habilidad de lo que sus propias calificaciones predecirían, el funcionamiento natural del sistema Elo comenzó a transferir una gran cantidad de puntos de calificación a estos nuevos jugadores fuera del grupo de calificación existente.

En última instancia, la calificación de todos se reduce, aunque la gravedad variará según el grado de conexión de cada uno con los nuevos jugadores (por ejemplo, X juega con Y, quien juega con Z, quien juega con un jugador nuevo). Los grandes maestros son los que están más alejados de los nuevos jugadores y, por tanto, los que están más protegidos del efecto.

Este efecto deflacionario no habría sido demasiado problemático si el conjunto de calificaciones hubiera sido un grupo cerrado, porque el sistema Elo eventualmente encontraría un equilibrio adecuado, aunque tal vez uno en el que todos tuvieran calificaciones ligeramente más bajas que antes. Sin embargo, el sistema de calificación nunca tuvo tiempo de recuperar el aliento y establecer tal equilibrio. Siempre había muchos jugadores nuevos ingresando al sistema cada mes,
obteniendo calificaciones iniciales que eran demasiado bajas e inmediatamente quitando más puntos de calificación a los jugadores establecidos, ¡incluso a oponentes jóvenes que recientemente habían sido jugadores nuevos y subestimados! Es una presión deflacionaria constante que se está aplicando incluso ahora, y que empeora cada año, y no mejorará hasta que se implementen contramedidas significativas.

Espero que esta breve selección de textos anime al lector a leer la versión traducida aquí: Sonas Proposal – Repairing the FIDE Standard Elo Rating System-TRADUCIDO

Una conclusión paradójica de estos efectos colaterales que algunos habíamos intuido era que, a efectos de rating en un torneo, era preferible que te emparejaran con jugadores de rating superior que de rating inferior. Como Jeff Sonas demuestra con datos estadísticos contundentes, el sistema de cálculo de rating estaba fallando ¡a favor de los jugadores de rating más bajo!

El grupo de clasificación Elo estándar de la FIDE está demasiado extendido -demasiado- y hay muy pocos incentivos para que cualquier jugador se enfrente voluntariamente a oponentes de menor puntuación, ya que el resultado más probable para el jugador con mayor puntuación siempre sería una pérdida significativa de puntos de calificación. Y está empeorando cada año que pasa.

Jeff Sonas

La solución implantada en marzo de este 2024 ha sido elevar el listón de rating inicial a 1400 y, simultáneamente, subir el rating de todos los jugadores calificados por debajo de 2000. Es decir, subir el rating al 85%, nada menos, mediante la fórmula

Nuevo Rating = 0,40 X (2000 – Viejo Rating)

De esa forma, un rating 1000 pasa a ser de 1400, un rating 1400 pasa a ser de 1640, un rating 1800 pasa a ser de 1880…, como se puede ver en el gráfico siguiente:

Fuente: Jeff Sonas Proposal – Repairing the FIDE Standard Elo rating system (20-JUL-2023)

¿Funcionará? En mi opinión, no. Si la población fuera estable, a largo plazo el sistema expulsaría a los jugadores sobrecalificados que no merecen un rating de 1400, y distribuiría la sobre calificación del resto “hacia arriba”, trasladándola a los ratings por encima de 2000.

Pero la población no es estable. Todos los años se incorporan nuevos niños al sistema. Si antes entraban con 1000 puntos de rating y 8 o 9 años de edad, ahora entrarán con 1400 y 11 o 12 años. Durante cinco o seis años, en lugar de los diez años transcurridos entre los 7 y los 17 años, estos niños estarán biológicamente infra calificados y “robarán elo” al resto de jugadores. Elo o rating que en su mayoría no devolverán al conjunto de jugadores en ningún momento, cuando dejen de jugar al incorporarse a la universidad o al mundo laboral.

De alguna manera, el informe de Jeff Sonas reconoce que el problema subyacente está ahí, en la precocidad infantil de los nuevos jugadores, cuando dice:

Las mejoras en los cálculos, incluidos dos resultados hipotéticos empatados contra una oposición bastante fuerte (1800 Elo), incorporarían un factor inflacionario leve en la fórmula de calificación inicial para ayudar a contrarrestar el factor deflacionario natural que es inevitable cuando la FIDE permite que muchos jugadores junior débiles o en mejora ingresen al grupo de calificación. Si no se añade así algún tipo de contrapeso al efecto deflacionario, es probable que
volvamos a estar en el mismo barco dentro de unos años, incluso si implementamos una gran compresión única del conjunto de calificaciones Elo.

Sistema Glicko

Es curioso que las plataformas on line, vanguardia tecnológica del ajedrez, no utilizan el sistema de rating «Elo» de la FIDE, sino una versión más elaborada, Glicko o Glicko-2 ¿Son mejores los sistemas de rating Glicko que se utilizan en las plataformas de juego on line como chess.com y lichess.org?

Aparentemente sí. Su principal aportación es sustituir el factor K de la FIDE, que no se ajusta a las peculiaridades individuales, por otro que sí lo hace: la Rating Deviation o “confiabilidad de la puntuación”, que disminuye con la actividad del jugador y aumenta con su inactividad. Pero ¡atención!, el incremento o decremento de puntuación que recibe cada jugador tras una partida no solo es proporcional a su RD, sino también inversamente proporcional al RD de su oponente. Es como si cuando me enfrento a un jugador con K=40 (menor de 18 años), el sistema rating de la FIDE me aplicara no el k=20 habitual, sino un K=10, por ejemplo.

Combinado este sistema en el que el factor RD es personal y autoajustable,  con una actualización instantánea y no mensual, como hace la FIDE, puede suponerse que se eliminaría el factor de crecimiento biológico que distorsiona el rating FIDE.

Ahora bien, la frecuencia de juego «sobre el tablero» no es ni mucho menos la misma que la del juego on-line. Además, la organización de torneos y su procesamiento por la FIDE no es instantánea, partida a partida, sino que se agrupa el procesamiento por lotes mensuales. Por ello, si un jugador juega 50 partidas (mucho) al año sobre el tablero, pero muy agrupadas en periodos estivales y vacacionales, como es habitual en niños y adolescentes, pueden transcurrir perfectamente varios meses entre un torneo y el siguiente. Tratándose de niños, es demasiado tiempo para que el chaval no te sorprenda con un incremento desmesurado de su fuerza de juego. Por ello, una aplicación ad hoc del sistema Glicko QUE PROPONGO AQUÍ MISMO sería calcular el factor de confianza o RD no solo en función del tiempo transcurrido, sino en función de la edad. De esa forma, el niño o el menor de 18 años llegaría a su partida con el adulto con un RD más alto, de forma que su incremento o decremento de puntuación sería en un rango más amplio, y el adulto, en cambio, vería su incremento o decremento atenuado por la poca confiabilidad de su rival de menor edad. Equivaldría a tener un factor K como el que usa la FIDE, pero dinámico y autoajustable tanto a la edad como a la mayor o menor frecuencia de juego. Y además, utilizando el factor K del rival para modular el factor K propio. ¿Se entiende?

Una explicación más detallada del sistema Glicko puede encontrarse aquí. Y su versión traducida AQUÍ: glicko system-TRADUCIDO

CONCLUSIÓN:

  1. Habría que preguntarse por qué la FIDE mantiene un sistema de cálculo de rating obsoleto y que ha demostrado en la práctica que deforma las calificaciones.
  2. En cualquier caso, se logre o no un sistema de rating estadísticamente más confiable, lo que el ajedrez ha puesto de manifiesto es el potencial de desarrollo intelectual que hay escondido en las dos primeras décadas de formación del ser humano.
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