El misterio del libro perdido (Yuri Averbach)

Este artículo de Yuri Averbach se publicó originalmente en ruso en 1985 y tardó ocho años en ser traducido al castellano.

Yuri Averbach a los 95 años jugando contra un rival de cuatro años

Yuri Averbach nació en 1922 y es el patriarca del ajedrez moderno, el mayor de todos los GM con vida. Algunos lo conocerán por sus libros de finales, en particular sus Finales de alfil y caballo. Varias veces campeón de la URSS en la década de los 50, pudo haber sido uno más (Smyslov, Bronstein, Tal, Petrosian…) de los que desafiaron el trono de Botvinnik, pero prefirió disfrutar del ajedrez a la agonía de la lucha sin fruto, y de paso regalarnos su brillante carrera como publicista, divulgador, escritor, investigador e historiador del ajedrez. Quien haya leído cualquiera de sus obras de investigación histórica, como su opúsculo EL VENCEDOR SERÁ MI YERNO, se habrá rendido a su capacidad de combinar, como el Sherlock Holmes de la ficción, la erudición precisa y pertinente con el razonamiento riguroso. Como el buen resolvedor táctico que no ensaya movimientos posibles al buen tuntún, sino que antes analiza las debilidades y fortalezas de la posición de cada uno de los bandos, lo que más sorprende de Averbach es su capacidad deductiva para mostrarnos lo que está escondido en el objeto de su análisis, sea éste un documento, un poema, una posición de ajedrez o, como en este caso, un libro perdido y reconstruído por sus huellas en otros dos libros posteriores.

Este texto es la semilla, el origen, el pistoletazo de salida de los estudios de Ricardo Calvo (1997 y 1999) y Jose Antonio Garzón (2001 y 2005) sobre el origen valenciano del ajedrez moderno, del ajedrez de la dama (cast.), alla rabiosa (it.), de la dame enragée (fr.), nombres con los que fue conocido en las primeras décadas del siglo XVI hasta que el viejo ajedrez medieval fue olvidado, arrumbado, y no quedó otro ajedrez que el que hoy conocemos y practicamos. Los pocos lectores que lleguen aquí, a estas líneas, disfrutarán con él por su claridad y sencillez de exposición a la par que su rigor argumentativo. Y de paso, guardado en este rincón meta-ajedrecístico, se preservará para el futuro inmediato, ya que después de su traducción en la desaparecida Revista Internacional de Ajedrez, este artículo no ha aparecido ya nunca más, que yo sepa, en ninguna obra, libro, recopilación impresa o digital.

Aquí está. Enjoy it, que se dice.


El misterio del libro perdido

por Yuri Averbach, Gran Maestro Internacional

El nacimiento del ajedrez moderno sigue siendo una incógnita para los historiadores. Uno de los mayores especialistas, el GM Yuri Averbaj, expone una sugerente hipótesis tras minucioso estudio de las obras clave, según la cual Francesc Vicent -a quien Pin y Soler se refirió como «un autor famoso por haber escrito un libro que nadie conocía»- sería el primer divulgador del ajedrez moderno. (Revista Internacional de Ajedrez, nº 65, 1993)

Tres libros, tres destinos.

Los primeros libros sobre ajedrez moderno se publicaron en España, primero en Valencia, en 1495, y después en Salamanca, en 1497. El primero tenía por título Cien posiciones de ajedrez compuestas por mí, Francesc Vicent(1); el segundo, con el extraño título Repetición de amores e arte de axedres(2). Autor: Luis Ramírez de Lucena, estudiante de la Universidad de Salamanca.

Portada de la segunda edición (1518) del libro de Damiano, con su críptico y alternante (rojas-negras, negras-rojas) juego cromático en la palabra QVESTO.

El tercer libro aparecería quince años más tarde en Roma. Este libro enseña Ajedrez y contiene finales(3), era el título del manual escrito por el portugués Damiano. Estaba impreso en papel de mala calidad, con toscos diagramas. Sin embargo, y a pesar de su desafortunada apariencia, el libro de Damiano tuvo enorme éxito. Sólo en el siglo XVI se publicaron ocho ediciones y fue traducido al francés, inglés y alemán. Casi puede decirse que Europa Occidental aprendió ajedrez gracias al libro de Damiano. Se trataba, en realidad, del primer libro popular de ajedrez moderno. Contenía descripciones de algunas aperturas, incluyendo el propio Gambito Damiano, que inmortalizó el nombre del autor en el terreno de la teoría de aperturas, así como dieciséis supuestas «sutilezas» y setenta y dos problemas que también glorificaron al portugués. Estos problemas han sido reimpresos en innumerables ocasiones, que los hicieron sobradamente conocidos. Así, ya una antología de problemas publicada en París a mediados del siglo pasado, incluye no menos de una veintena de los problemas de Damiano.

Un hado diferente guió los destinos del libro de Lucena, hijo de un embajador del rey de España. La lujosa edición en cuero, de magnífica encuadernación, fue dedicada al descendiente de la pareja real española, príncipe Juan. El libro, del que se editó un exiguo número de ejemplares, no ejerció ninguna influencia en el desarrollo del ajedrez en Europa. En el siglo pasado su existencia sólo era conocida para algunos investigadores, pero si examinamos sus páginas nos encontraremos con que casi todos los problemas atribuidos a Damiano se encontraban ya en el libro de Lucena.

Una vez que el trabajo de Lucena, fue descubierto, los historiadores se lanzaron frenéticamente al estudio del libro. ¿Repetición de amores y arte de ajedrez? ¿Qué tienen en común amor y ajedrez? Pronto quedó claro que el libro de Lucena constaba de dos partes, la primera de las cuales no guardaba relación alguna con el ajedrez. El tratado acerca del amor, escrito en un estilo de disertación pseudocientífica, esta prolijamente sazonado de citas procedentes de los padres de la iglesia y sabios de la antigüedad. La segunda parte, sin embargo, contenía las reglas de un nuevo juego, una docena de aperturas y 150 problemas, tanto de ajedrez antiguo como de ajedrez moderno.

Cuando los historiadores se familiarizaron con estos problemas, llegaron a la conclusión de que Lucena no era su autor, sino que había conocido los problemas y que, por decirlo de un modo actual, los había recopilado en una antología.

Ciertamente, Lucena en su libro nos informa con toda franqueza acerca de las aperturas: «Es mi intención mostrar las mejores salidas del juego, que presencié en Roma, a lo largo de Italia, Francia y España…» Vale la pena señalar que Lucena, en razón de haber mencionado esas aperturas, fue proclamado el primer teórico del ajedrez moderno.

Lucena no se pronuncia sobre el origen de sus problemas, pero el historiador holandés Antonius Van Der Linde ha observado que todos los problemas del libro de Lucena relacionados con el ajedrez antiguo y que abarcan la primera parte del volumen, pueden hallarse en otras antologías manuscritas de la época.

Cita del libro de Francesc Vicent en un catálogo de libros antiguos de 1795

¿Cómo y cuándo adoptó Lucena los problemas del ajedrez modernos? Al indagar en una posible fuente, los historiadores tuvieron presente el libro de Vicent. Los llamados apéndices de este libro, su título completo, con lugar y año de edición, están mencionados en una guía bibliográfica de libros raros españoles, publicada en 1795, en la que se indica que un ejemplar del libro se encuentra en la biblioteca del monasterio de Montserrat y que puede conseguirse información al respecto de los hermanos R. Caresmar y F. Ribas, escrupulosos bibliófilos, merecedores de toda confianza. Pero cuando, hacia la mitad del siglo pasado, algunos historiadores se dirigieron a Montserrat, sólo se encontraron con la lacónica respuesta de que el libro de Vicent no estaba en la biblioteca del monasterio.

Una investigación mostró que el libro podría haber desaparecido en 1811, durante la invasión napoleónica de España, tras el asalto de los franceses al monasterio. Hay dos versiones de lo sucedido. Según la primera de ellas, Suchet, el general al mando de las tropas francesas, ordenó minar el monasterio para doblegar la resistencia de los defensores, utilizándose, al preparar la pólvora, todo lo disponible, incluidos los incunables. Sin embargo, el hecho de que en 1834 la biblioteca de Montserrat sufriese un incendio que destruyó muchos de sus libros, tampoco puede excluirse. Sea lo que fuere, el libro de Vicent desapareció sin dejar rastro alguno. Hubo numerosas tentativas para hallar el libro, en otros lugares. La búsqueda se extendió por toda Europa, en las bibliotecas de ciudades, universidades, iglesias, monasterios, cortes reales e incluso entre colecciones particulares, pero fue en vano.

Un feliz descubrimiento: Vicent y Lucena.

La confusa historia del libro de Vicent retuvo mi interés durante largo tiempo. ¿No era posible que algunos problemas compuestos por Vicent, hubiesen aparecido en los libros posteriores, el de Lucena, por ejemplo? La misma propuesta fue expresada por el jugador inglés William Lewis (1787-1870), pero ¿cómo probarlo? Hace un cuarto de siglo llegó a mis manos una edición facsímil (Madrid, 1953) del libro de Lucena y me puse a estudiarlo detenidamente. Lo primero que llamó mi atención fue el hecho que cinco problemas de la antología se repitieran. Lo segundo fue la sorprendente secuencia de los problemas. La clave reside en que colecciones manuscritas de problemas medievales de ajedrez antiguo recorrieron Europa. Por lo general, el material se disponía de forma prácticamente idéntica: los problemas se clasificaban en dos grupos, según la cantidad de jugadas necesarias para dar mate al rey de uno de los dos bandos. Se comenzaba por los mates en dos, luego en tres y así sucesivamente. Lucena comenzaba su antología en la misma forma tradicional: primero los mates en dos, luego los mates en tres, que dividía en dos grupos, problemas de ajedrez antiguo y moderno. Pero a partir de aquí Lucena se apartaba del método, alternando en diversas ocasiones problemas de mate en tres y en cuatro. Es verdad que en un punto del libro Lucena restablece la secuencia originaria: después de los problemas de mate en tres viejos y nuevos, siguen los nuevos y viejos de mate en cuatro, los nuevos y viejos en cinco, etc… Con muy pocas excepciones, la clasificación originaria se preserva en todo el libro. Estas peculiaridades de la antología sugieren la idea de que Lucena estaba utilizando diversas fuentes. Por otra parte, se tiene la impresión de que una de estas fuentes, la más amplia, fue tomada por él como el núcleo de la antología. ¿Cuáles eran las características de esta importante fuente? El problema no parece especialmente difícil: las extrañas ediciones separadas eran transparentes a cualquier mirada sin prejuicios. De modo que inmediatamente aparté dos problemas de mate en tres, aparentemente fuera de lugar entre los mates en ocho, y también dos mates en cuatro, accidentalmente mezclados con mates en cinco. Esta tarea me hizo pensar en el trabajo del restaurador que limpia cuidadosamente las capas superiores de un cuadro para restablecer la auténtica superficie, ricamente coloreada por la mano del viejo maestro. Pero llegué a punto muerto. No había forma de dar sentido al caos de la mitad del libro: ¿qué había que descartar y qué no? Y entonces, como a menudo sucede, el azar llegó en mi ayuda. Pasó mucho tiempo, pero se me ocurrió la idea de contrastar las palabras de Van Der Linde, en el sentido de que aproximadamente la mitad de los problemas de Lucena eran problemas famosos del ajedrez antiguo. Verificando este punto no sólo llegué a la conclusión de que el historiador holandés tenía razón, sino que además descubrí que también los cincuenta mates en tres y en cuatro examinados se encontraban literalmente en las antologías de problemas de ajedrez antiguo.

Después de cuidadosa consideración concluí que era conveniente retirarlos, sobre todo puesto que no correspondían de ningún modo con la clasificación originaria de Lucena.

Una vez realizada esta peculiar «limpieza», me concentré en lo que quedaba. Los problemas estaban ahora dispuestos con una coherencia férrea, tanto en el orden de crecimiento del número de jugadas para la solución, cuanto en lo referente a los grupos: nuevos y viejos, los primeros constituyendo una abrumadora mayoría. Ya no había problemas repetidos. Y aquí surgió una sorpresa. Febrilmente empecé a contar los problemas restantes: diez, veinte, treinta, noventa, noventa y seis. Rememoré las experiencias del restaurador al descubrir las últimas capas del tejido, en el momento de restableces los colores originales y todo el esplendor del cuadro.

No debemos olvidar que había un centenar de problemas en el libro de Vicent. Cien y noventa y seis, cifras muy cercanas. ¿Podrían estos noventa y seis problemas pertenecer al trabajo perdido de Francesc Vicent? ¿Podría el libro de Francesc Vicent ser realmente la fuente fundamental, de la que Lucena hubiese extraído sus problemas? Intuitivamente percibí que mi conjetura era correcta. Del título del libro (Cien posiciones de ajedrez, compuestas por mí, Francesc Vicent) uno puede asumir que Vicent no sólo compuso los problemas, sino que también los dispuso de cierto modo. Lucena, sin embargo, no sólo adoptó los problemas, sino que también preservó su disposición. Con todo, estaba lejos de publicar mi pequeño descubrimiento. Esto podía no ser más que una mera coincidencia. Faltaban las pruebas adicionales.

Vicent y Damiano.

Debían encontrarse pruebas adicionales, por lo que me concentré en el tercer libro del ajedrez moderno, el de Damiano. Para empezar, era preciso verificar la conclusión de los historiadores acerca de la relación entre los libros de Lucena y Damiano. En realidad, de los 72 problemas del último, 70 se encuentran en el libro de Lucena. Es verdad que Damiano introdujo algunos insignificantes cambios en ellos, añadiendo o quitando piezas y/o peones. Sus soluciones, explicadas en dos idiomas (español e italiano) son por lo general más breves que en su antecesor. Esto, sin embargo, no cambia en sustancia el asunto y la conclusión, prácticamente obligada, es que en la preparación de su texto, Damiano explotó extensamente los problemas de Lucena.

Ya en el siglo anterior los historiadores le hicieron al portugués un reproche anacrónico por encubrir el hecho de haberse apropiado de los problemas de Lucena. Anton Schmid, conservador de la Biblioteca Real Austríaca, no sin malicioso placer, observó en su Literatur des Schachpiels, publicada en Viena en 1847, que Damiano tuvo merecido castigo por su plagio cuando, en el siglo XVII, un cierto caballero, llamado Antonio Porto, «muy modestamente» y sin pretensiones publicó íntegro el libro de Damiano en Bolonia y Venecia, bajo su propio nombre.

Así se confirmaba la impresión, que yo mismo concibiera inicialmente, de que Damiano había copiado casi la mitad de los problemas de su predecesor, pero una vez que me embarqué en esta travesía de averiguaciones, comencé a albergar ciertas dudas. ¡Y no sin razón!

El libro de Lucena se considera excepcionalmente raro. Dos ejemplares se conservan en El Escorial, la biblioteca de los reyes de España, y un tercero se halla en Río de Janeiro, adonde habría llegado cuando el rey de Portugal Juan IV trasladó su corte, en 1808, durante las invasiones napoleónicas. Por decirlo de forma plástica, el libro de Lucena permanece lacrado con siete sellos en las bibliotecas reales y resulta inaccesible para el común mortal.

Otra cuestión se plantea. Incluso asumiendo que el libro de Lucena haya caído en manos del portugués, ¿por qué tomó 70 problemas y no los 72 del libro? Podemos, por supuesto, imaginar que los dos restantes hayan sido compuestos por él, pero la hipótesis falla, puesto que uno es un muy conocido problema del ajedrez antiguo. Ya a comienzo de este siglo rechazaba el historiador británico H. Murray la hipótesis de que Damiano hubiese copiado los problemas de Lucena. Murray estimaba que debería existir una colección mucho más antigua, que formó la base de ambos libros. El propio Murray, sin embargo, consideraba el libro de Vicent una colección de problemas de ajedrez antiguo.

Parecía lógico comparar los problemas de Damiano con los 96 que separé de Lucena. Ahora me encontré con una sorpresa, ya que una idea tan simple no me había pasado por la cabeza antes. Los resultados de la comparación fueron sorprendentes. Todos los setenta problemas de Damiano, aparentemente extraídos de Lucena, estaban incluidos. De modo que podía obtenerse una importante conclusión, en el sentido de que los noventa y seis problemas también pertenecían a una colección anterior de la que tanto Lucena como Damiano hubiesen tomados sus problemas y cuya existencia había sido vislumbrada por Murray. En el transcurso de la investigación surgió otra idea: los dos problemas de Damiano no encontrados en Lucena, también podrían formar parte de una colección anterior. Otra base para aseverar que los 98 problemas (96 + 2) procedían de la antología de Vicent.

Hagamos balance.

No me quedaba ya la menor duda de que Lucena y Damiano hubiesen tomado sus problemas del libro de Vicent pero, a fin de convencer a los escépticos más pertinaces, decidí someter mi hallazgo a un último experimento, un análisis comparativo de la numeración de los problemas en las tres colecciones. La operación requería una análisis retrógrado: tenía 98 problemas e intentaba reconstruir el procedimiento con que Lucena y Damiano habían dispuesto sus problemas. Del centenar de problemas de Vicent, Lucena utilizó casi todos: 96. Sería lógico suponer que los había copiado sucesivamente, uno por uno. Esto significaría que la numeración de sus problemas debería corresponder en esencia a la numeración de su predecesor. Damiano tomó 72 problemas del libro de Vicent. Eligió, sobre todo, problemas de ajedrez moderno, de aquí que la numeración de sus problemas podría diferir del orden de su predecesor. Con Lucena todo sucedió de acuerdo a mis suposiciones, pero con Damiano surgieron dificultades, que prácticamente eliminaban mi conclusión. La numeración de los problemas de Damiano parecía caótica. Era incomprensible incluso, si había decidido elegir los problemas del libro de Vicent. Se diría que simplemente los había mezclado como quien baraja cartas.

Reconstrucción del contenido del libro de Vicent y sus correspondencias con Lucena y Damiano, según J. A. Garzón (El regreso de Francesc Vicent, pag. 211)

Necesité mucho tiempo para poder ordenar mis ideas, puesto que no entendía el cambio en la disposición de los problemas, ni si había una relación numérica entre ellos. Por supuesto, el análisis de la numeración resultó extremadamente minucioso y una tarea, en fin, agotadora. No quisiera aburrir al lector con los detalles. Finalmente pude establecer tres filas numéricas, en las que encajaban muy bien los dos problemas de Damiano que no aparecen en Lucena.

Al completar este análisis pude reforzar aún más mi conclusión de que las tres colecciones guardan una estrecha relación orgánica. Como también se había supuesto, Lucena había seguido el orden de predecesor. La transposición accidental de número sólo se descubrió en dos casos. Al seleccionar los problemas, Damiano, por su parte, los traspuso alguna vez: exactamente en doce casos.

Permítaseme recapitular los resultados. El núcleo del libro de Lucena está constituido por 96 problemas, de los cuales la mayoría se relaciona con el ajedrez moderno. Están vinculados por una sólida clasificación y, sin lugar a dudas, se originan en una fuente única. En estos 96 problemas se encuentra la absoluta mayoría de los problemas de Damiano. Esto nos aporta una prueba contundente de que Lucena y Damiano utilizaron la misma y única fuente.

Si asumimos que los dos problemas restantes de Damiano, que no aparecen en Lucena, también pertenecen a la misma fuente (la correlación numérica de las tres colecciones así parece confirmarlo) parece posible afirmar que tal fuente contenía como mínimo 98 problemas. El aparentemente perdido libro de Vicent, publicado antes del de Lucena y mucho antes que el de Damiano, contenía 100 problemas. ¡98 y 100! Una tan próxima congruencia de número no puede ser coincidencia y nos lleva a la conclusión de que los 98 problemas pertenecían a Vicent.

«Nunca hemos tenido la oportunidad de ver este libro», escribió exasperado uno de los historiadores del siglo anterior, acerca del libro de Vicent. Pero los problemas de ajedrez no desaparecieron sin dejar trazas. Como demuestra nuestra investigación, la inmensa mayoría fue, afortunadamente para nosotros, transcrita y, por tanto, rescatada, por Lucena y Damiano. De este modo, estamos obligados a nombrar al primer problemista y primer compositor del ajedrez moderno: ¡Francesc Vicent!

La muy conocida combinación que recibe el nombre de «mate ahogado» (o, vulgarmente, «mate de la coz») fue inicialmente atribuida al francés Philidor, luego al italiano Greco y, por fin, al portugués Damiano. A mediados del siglo pasado, los historiadores descubrieron que este mate se hallaba en el libro Lucena. Sin embargo, y puesto que verosímilmente se encuentra entre los 96 problemas de Vicent, parece de justicia restablecer la verdad y llamarlo, con toda propiedad, «mate de Vicent».

(1) Libre dels jochs-partitits dels Schachs en nombre de 100. Francesc Vicent, Valencia, 1495.

(2) Repetición de Amores e Arte de Axedrez con CL juegos de partido. Lucena, Salamanca, 1497

(3) Questo Libro e da imparare giocare a scachi et de la partite. Damiano, Roma, 1512


Galería con la reproducción del artículo publicado en la Revista Internacional de Ajedrez

Cortesía de Vicent Gómez Roca (ajedrezvalenciano.com)


La carrera investigadora iniciada a partir de este chispazo de Averbach, culmina, de momento, en la investigación de Jose Antonio Garzón, quien en El regreso de Francesc Vicent (Valencia, 2005), concluye que Damiano era un seudónimo detrás del cual se escondía ¡Francesc Vicent!)
Esta entrada ha sido publicada en Historia del Ajedrez y etiquetada como , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Una respuesta en “El misterio del libro perdido (Yuri Averbach)

  1. Pingback: La mujer en el ajedrez medieval (2): el papel de Isabel la Católica en el origen del ajedrez moderno. | MetaJaque

Los comentarios están cerrados.