Lucena: la evasión en ajedrez del converso Calisto, es un libro del alcoyano Ricardo Calvo que dibuja el nacimiento del ajedrez moderno en la España de finales del XV tanto desde un punto de vista puramente técnico-ajedrecístico como sociohistórico. Su primera y única edición es de 1997, en una editorial muy menor ya desaparecida, Ediciones Perea, cuyo catálogo, reconstruido a través de las consultas a plataformas de venta de libros usados, poco o nada tenía que ver con el ajedrez.
La obra de Ricardo Calvo merece ser reeditada para ponerla al alcance no solo de los aficionados al ajedrez sino de los interesados en la literatura y la historia de la España de los Reyes Católicos. Quizás su problema es que tira de tres hilos muy dispares entre sí que desde una perspectiva de mercado puede que no sumen lectores sino que los dividan: el origen del ajedrez moderno, el problema de la autoría de La Celestina y, finalmente, la persecución de la minoría religiosa judía y judeoconversa en la España de los Reyes Católicos. Todo ello, centrado en la figura del autor de la obra Repetición de amores e arte de axedres, impresa en Salamanca en 1497, quinientos años antes justos y exactos que el libro de Ricardo Calvo.
Puede parecer que no serán muchas las personas que puedan apreciar un mix semejante, tan sólo heterodoxos y polifacéticos como el prologuista del libro, el dramaturgo y ajedrecista Fernando Arrabal. Puede que sea así. Pero la obra tiene un valor intrínseco que debe mantenerse en circulación como aliento para que otros y otras la superen.
El manuscrito de Lucena y La Celestina.
Como su propio título anuncia, Repetición de amores e arte de axedres, el incunable salmantino tenía dos partes que no se mezclaban, como el aceite y el agua. La Repetición de amores es una parodia de una disertación académica que arranca de una escena idéntica a la del acto IV de La Celestina, de la que constituye por tanto un antecedente de tema. Pero el estudio de Ricardo Costa encuentra otros préstamos de estilo y conexiones biográficas entre Lucena y Fernando de Rojas, además de su mutua condición de judeoconversos, lo que coloca la Repetición de amores dentro del tema discutido de la autoría de La Celestina. (Hay quién considera «Lucena» un mero seudónimo de Fernando de Rojas, y a éste, hijo ilegítimo de Juan Ramírez de Lucena)
Queda para la especulación adivinar qué pretendía Lucena colocando en el mismo libro una pieza literaria como preámbulo de 70 páginas a un tratado de ajedrez que ocupa otras 170.
El origen del ajedrez moderno.
La historia del ajedrez está trazada en la imponente obra de H. J. R. Murray A history of chess, publicada en 1913 por Oxford University Press y no reeditada desde entonces (hay alguna pista de una segunda edición en 1969), a pesar de ser la referencia con sus 939 páginas de todo lo que después se ha escrito sobre historia del ajedrez.
Sabemos que el ajedrez medieval, firmemente emparentado con el árabe y persa, era muy diferente del actual en cuanto a los movimientos de la dama (alferza en el medievo/árabe/persa) y del alfil. Las modificaciones en el juego se introdujeron en la segunda mitad del siglo XV en el ámbito mediterráneo de la Corona de Aragón. Fue una modificación súbita, tan fulminante y generalizada que la distinción entre “ajedrez viejo” y el nuevo “ajedrez de la dama” desapareció con la generación que lo vivió y conoció los dos. El nuevo ajedrez tenía, en comparación con el medieval, tal viveza y chispa que los italianos lo denominaban ajedrez “alla rabiosa” y los franceses “de la dame enragée”. La dama rabiosa barrió del tablero al viejo ajedrez a la velocidad del rayo.
El nuevo estilo de juego probablemente se adaptaba más a un mundo que había visto estrecharse las distancias y acelerarse los acontecimientos. Su difusión por el ámbito mediterráneo y el centro y norte de Europa fue tan rápida que apenas podemos trazar su recorrido.
Murray, a diferencia de su amigo y predecesor Von der Lasa que se decanta por un origen español, era de la opinión de que el nuevo ajedrez probablemente se había originado en Italia, por algunos indicios que apuntan a que ésta fue la vía de entrada en Francia y Alemania. Los indicios son francamente débiles, cuando no inexactos. Por ejemplo, que la denominación francesa “de la dame enragée” parece estar tomada del italiano “alla rabiosa” (¿y por qué no al revés?) O que en un libro alemán de 1536 el nuevo ajedrez es nombrado como “welsches Schachspiel”, que Murray traduce como “ajedrez italiano”, lo que no resulta muy acertado, pues también podría significar francés o simplemente occidental.
Que el ajedrez hubiera llegado a Francia desde Italia y a Alemania desde Francia o Italia, no es para nada incompatible con el origen español del nuevo ajedrez, más aún si ese origen español se concreta como valenciano, en el área de influencia de la Corona de Aragón, dominadora en Italia. ¿Habrá que recordar que los Borgia, que señorearon en Roma e Italia justamente por esas fechas, son de origen valenciano?
Murray conocía el manuscrito valenciano Scachs d’amor, una obra en 64 deliberadas estrofas redactada con la explícita intención de enseñar y difundir las reglas del nuevo ajedrez. Esa intención, ya de por sí, hace suponer que las nuevas reglas eran poco o nada conocidas. Murray no podía fechar el manuscrito con exactitud, tan sólo como redactado a finales del siglo XV. Ha resultado ser, según estudios de Ricardo Calvo y posteriormente de José Antonio Garzón, más antiguo de lo que suponía Murray y el más antiguo de los documentos que evidencian el nuevo ajedrez. Scachs d’amor, por ciertos detalles de la biografía de sus tres autores que Ricardo Calvo pone en orden, pudo haberse escrito en una fecha tan temprana 1475, y no es plausible que se compusiera después de 1488.
Más aún en favor del origen valenciano: el incunable perdido de Francesch Vicent, impreso en Segorbe en 1495, es probablemente la fuente de la obra de Lucena. El impresor de la obra de Vicent, Lope de Roca Alemany (alemán), está conectado con el grupo de ajedrecistas de Scachs d’amor, pero también con los impresores alemanes Leonardo Hutz y Pedro Hagenbach. Los tres fechan sus primeros trabajos, y los primeros de la imprenta en España, en Valencia. Hutz se desplazó ese mismo año de 1495 a Salamanca (¿con el libro de Vicent ya en su poder?) y compuso a encargo de Lucena la Repetición de amores e arte de axedres, mientras que Hagenbach se trasladó a Toledo y allí dio a luz en 1500 la primera o una de las primeras ediciones conocidas de La Celestina.
El análisis que realiza Ricardo Calvo de los 150 diagramas recogidos en el libro de Lucena, de su coherencia interna y criterios de ordenación, le lleva a concluir que recoge los 100 diagramas de la obra de Vicenc más 50 añadidos por el propio Lucena tomados de otras fuentes.
(Posteriormente a la obra de Ricardo Calvo, el valenciano Jose Antonio Garzón ha reconstruido el éxodo de Francesch Vicent a tierras italianas, huido de España por su condición judía. Se le puede identificar con el Francesco Spagnuolo profesor de ajedrez de Lucrecia Borgia, y como autor de dos manuscritos de ajedrez sin firma aparecidos en Cesena y Perugia, lugares vinculados a los Borgia, trufados de expresiones valencianas y cuyo contenido ajedrecístico se puede vincular al del incunable desaparecido. Más aún, Jose Antonio Garzón defiende que el autor del libro de Damiano (Roma, 1512), el libro de ajedrez más editado de la historia, no era otro que ¡Francesch Vicent! Todo esto parece un poco de película, pero esa ocultación de nombres tiene sentido y era habitual en el ámbito judeoconverso. La encontramos también en Lucena, en Francisco de Rojas, y en general cuando se quiere ocultar la propia autoría para esconderse de la persecución inquisitorial. Es plausible que un judeoconverso exiliado de España no quisiera delatar su presencia en tierras italianas y se escondiera detrás de un Damiano, judío portugués exiliado como él, que en país extranjero no escribe en su lengua materna sino en la castellana)
El papel de las élites judeoconversas en el origen del ajedrez moderno.
A todo lo anterior hay que añadir que las pesquisas biográficas sobre Lucena, sobre su padre el protonotario Juan Ramírez de Lucena y sobre los tres autores de Scachs d’amor, Francesch de Castellví , Narcís Vinyoles y Bernat Fenollar, permiten suponer que algunos de ellos llegaron a conocerse en sus viajes a o desde Italia a través del puerto de Valencia como altos cargos de la Administración de Fernando el Católico. Y si la estirpe judeoconversa de los Lucena está firmemente documentada, Ricardo Calvo añade indicios que sitúan también en el ámbito judeoconverso a los tres autores del poema Scachs d’amor.
Podríamos hablar por tanto de un núcleo de aficionados ajedrecistas judeoconversos (más aún si incluimos a Francesch Vicent) cuya posición en la Administración de Fernando el Católico (y en la corte de los Borgia, si incluimos a Francesc Vicent) les dota de influencia social y movilidad geográfica internacional, en especial hacia y desde Italia. Ésta es la más plausible de las vías de difusión del nuevo ajedrez desde su origen valenciano, junto con otras dos realmente tristes: la diáspora judía de 1492, consecuencia de su expulsión, y el exilio voluntario de judeoconversos huyendo del terror inquisitorial, como Lucena y el propio Francesc Vicent.
El autor.
Para terminar esta entrada, no me queda sino reseñar la figura del autor.
No sabía yo nada de él, ni siquiera había escuchado o leído su nombre, hasta que hace unos meses empecé a interesarme por el origen del ajedrez moderno. La curiosidad de mis pesquisas hizo que muy pronto aflorara “Ricardo Calvo” y un detalle relevante para mí: era de Alcoy.
No voy a copiar y pegar lo que hay de él en la Wikipedia. Nacido en 1943, fallecido en 2002. No le tocaba. Lo dice Leontxo en esta necrológica, que también apunta los principales rasgos por los que será recordado mientras haya alguien que lo recuerde: no solo jugador, y de los buenos, sino hombre de cultura diversa (como tiene que ser la cultura), historiador del ajedrez, políglota, médico, y un luchador por la transparencia y la verdad. También este enlace de su periodo canario nos da una visión coincidente con la de Leontxo, pero más detallada, concreta, llena de detalles personales y con muchas fotos que nos hacen más tangible la persona que fue.
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